Ilustración de Mónica Carretero
La semana pasada les
invitaba a pensar en cómo queremos que sea el camino lector de los niños y
en qué tipo de lectores queremos
formar. Los criterios que muchas veces
guían al adulto a la hora de seleccionar los libros para los más pequeños,
están determinados por su rol de formadores y educadores, pocas veces nos
posicionamos como lectores que buscan en los libros esa literatura que apela a
los sentidos y a las emociones.
Como advertí no voy a
dar fórmulas mágicas. Los adultos que
acompañan al niño en su formación lectora tienen un mundo fascinante por
descubrir y para ello lo primero que deben hacer es rescatar esa capacidad
de asombro que han ido perdiendo por el camino y lo segundo, estar
convencidos del poder de la literatura.
Estas dos premisas son fundamentales para ir abandonando los vicios y
las malas costumbres a la hora de seleccionar los libros para niños.
Voy a hablar de cuatro
vicios que a mi modo de ver son los más frecuentes y los más perjudiciales para
la “salud lectora” de los pequeños. Como
sabemos, para abandonar un vicio se requiere convicción, ayuda y constancia; en
particular, este es un reto que requiere, además, tiempo y reflexión; por lo que
daré algunas orientaciones para asumirlo desde una perspectiva más lúdica y
menos “didactista”.
Vicio #1: Dejarse guiar por lo que más se vende y por lo más
comercial
El mercado editorial
está inundado de libros de dudosa calidad literaria y estética, basados en
adaptaciones de los cuentos clásicos o en las producciones cinematográficas y
televisivas de moda. No podemos evitar que los niños se sientan atraídos por
estos libros que encontramos en las
jugueterías, en las estanterías contiguas a las cajas de los supermercados, en
las grandes superficies, etc. Pero lo que si podemos evitar que ese tipo de
libros, con personajes estereotipados, con un lenguaje pobre y con un gran
trasfondo de alienación moral y sociocultural, se conviertan en sus únicos
referentes literarios.
¿Qué podemos hacer?
Una buena opción es
visitar bibliotecas y librerías especializadas en literatura para niños, pedir
consejo y asesorarse de la gente que allí trabaja y que conoce la amplia oferta
que existe. Explorar junto con el niño,
tomarse el tiempo necesario para decidir, ver varias opciones antes de elegir,
intercambiar opiniones, deseos, gustos. En la medida en que el niño (y el
adulto) vaya descubriendo que existe una gran diversidad de textos irá despertando
en él el interés y la curiosidad por conocerlos.
Apuéstate por libros que
no se agoten en la primera lectura, aquellos que al terminarlos dan ganas de
volver a leer una y otra vez, libros donde no solo hable el texto sino también
la imagen. Una apuesta segura son los libros de editoriales pequeñas donde la
calidad literaria y estética son una prioridad.
Vicio #2: Seleccionar pensando en las necesidades del niño (o mas bien pensando en las necesidades del adulto)
Es muy común que los
adultos quieran encontrar en los libros herramientas que les ayuden en la
formación emocional, social e incluso moral de los niños. "Necesito un cuento para que aprenda
a...", "quiero un cuento que le enseñe a...", "me gustaría
un cuento que transmitiera un mensaje de..." son los deseos que expresan
muchos padres y maestros, y en el mercado se pueden encontrar colecciones
enteras que resaltan el mensaje que trasmiten, los valores que refuerzan o las
enseñanzas que dejan.
¿Qué podemos hacer?
Tenemos que tener claro
que la literatura como arte que es, no está llamada a ser un instrumento
moralizante. Toda instrumentalización de la literatura desvirtúa su esencia
artística. Pondré un ejemplo, cuando
contemplamos un cuadro en un museo no estamos pensando en el mensaje que nos
quiere transmitir o en el valor moral que debemos aprender, simplemente
disfrutamos de la obra y nos dejamos sorprender por las sensaciones que
despiertan en nosotros y que varían de una persona a otra. Pues lo mismo pasa con la literatura, debemos
ofrecer a los niños historias que evoquen situaciones y escenarios con los que
se puedan identificar, que les permitan experimentar emociones profundas, textos
e imágenes que les inviten a cuestionarse sobre sus experiencias o vivencias, que les reconforten, les consuelen, les fortalezcan.
Hay que evitar los libros y
colecciones en cuyas portadas y contraportadas
anuncien el valor promueven o aquello que los niños van a aprender. No plantees nunca preguntas del tipo ¿qué
aprendiste con este cuento? ¿qué enseñanza te dejó esta historia? Opta por
conversaciones donde tanto el niño como tú intercambien opiniones, sensaciones
o inquietudes surgidas a partir de la lectura o simplemente no digas nada deja
que las historias y las palabras retumben en el interior del niño y encuentren
su lugar.
Vicio #3: Subestimar o sobrevalorar la capacidad del niño como
lector activo
Existe hoy en día una
excesiva tendencia a clasificar los libros en función de la edad del niño y a
hacer de ésta el principal criterio a la hora de decidir qué libro es el más
adecuado para un niño en concreto. Todos
hemos dicho o escuchado aquello de "ese libro es para niños mayores"
o "ya estás muy mayor para leer esos libros con tantas ilustraciones". Pues bien, comentarios de este tipo
desconocen la diversidad de competencias y experiencias lectoras que pueden
llegar a existir en un grupo heterogéneo de niños. Por ejemplo, nos podemos
encontrar entre un grupo de niños de 10 años, donde uno estar leyendo a Harry
Potter, el otro disfruta y se siente más cómodo leyendo cuentos cortos, otro
lee únicamente libros informativos y otro que solo le gustan los libros
ilustrados. Cada niño ha recorrido un
camino lector único y sus habilidades como lector activo son diversas. Por eso a mí me parece más acertada la
clarificación de los libros por edades lectoras que por edades cronológicas.
¿Qué podemos hacer?
Como padres y como
maestros hay conocer el momento lector de cada niño en particular, no solo
para ofrecerle lecturas acordes a su madurez lectora y a sus intereses sino
para poder ofrecerle lecturas desafiantes que activen sus habilidades y les
permitan avanzar en el desarrollo y consolidación de habilidades lectoras. Padres y maestros en su rol de mediadores
entre los libros y los niños deben asumir un papel activo que favorezca esa
evolución lectora. Hay que desarrollar esa
habilidad casi intuitiva para dosificar los libros oportunos en los momentos
oportunos, y eso solo se logra haciendo
de la lectura una experiencia compartida y dialogada donde el niño tiene mucho
que decir.
Vicio #4: Buscar siempre lo políticamente correcto en las
historias.
El adulto asocia la
literatura infantil con los finales felices, con historias que transmiten
sentimientos positivos y que resaltan valores acordes con determinadas ideologías. Ante libros que abordan temas que no
consideran apropiados para los más pequeños, los adulto pueden llegar a sentirse descolocados (por no decir incómodos). Desde los
clásicos hasta las más recientes tendencias editoriales, en la literatura
infantil abundan temas como la muerte, el abandono, el racismo, el acoso, la
diversidad sexual, el desarraigo, la guerra, la violencia, etc., temas, estilos
y estéticas que se alejan de ese espectro rosa-azucarado. Los adultos pueden llegar a sentir miedo de no poder controlar lo que surja del acto
de lectura. De allí esa tendencia
proteccionista que lleva a buscar adaptaciones simplistas, historias donde no
existan conflictos o donde los conflictos siempre tienen una solución “correcta” e, incluso, temáticas que reivindiquen una ideología o con cierto sesgo moral.
¿Qué podemos hacer?
Leer literatura le
permite a ser humano conocer, experimentar y vivenciar simbólicamente emociones, sentimientos y situaciones propios
de la complejidad humana. Si solo damos de leer a los niños libros enmarcados
en lo que nosotros como adultos consideramos políticamente correcto, estamos, por
un lado, infravalorando la capacidad del niño para abordar ciertos temas y por
otro, negándoles la posibilidad de afrontar situaciones y experimentar
emociones a través del lenguaje poético y simbólico de la literatura. Es decir, los niños no son tontos, saben
perfectamente que existe la muerte, la guerra, la injusticia, el abandono, etc.
y la literatura es un espacio que les brinda la posibilidad de conocer este
tipo de situaciones desde la justa distancia que ofrece el acto de lectura,
abriendo espacios para cuestionarse, para experimentar emociones, para
fortalecer convicciones… qué mejor manera de aproximarse a la complejidad de
nuestros tiempos que a través de la literatura y que esa complejidad no los
tome por sorpresa?
Es una invitación a
arriesgarse a salir de nuestra zona de confort donde siempre los finales son
felices, a compartir lecturas novedosas, arriesgadas, a dejarse sorprender por
la capacidad que tiene el niño como lector activo, a hablar, a sentir, a vivir,
a disfrutar.
Como decía al inicio,
este es un camino que requiere tiempo y reflexión; debemos visitar las librerías,
las bibliotecas, las ferias del libro, conocer la diversidad de la oferta
editorial, dejarse aconsejar por los especialistas, arriesgarse con libros
diferentes en sus formatos, en sus temáticas, en su lenguaje. Pero sobre todo, a la hora de seleccionar, debemos
acercarnos a los libros de literatura infantil como un lector activo que se
deja interpelar por el texto y las ilustraciones, que se emociona y que
disfruta.
Es todo un tesoro leerte. Vaya que estamos viciados. Gracias
ResponderEliminarEs todo un tesoro leerte. Vaya que estamos viciados. Gracias
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